La conjuntivitis crónica es una inflamación persistente de la conjuntiva, la membrana que recubre el ojo y la cara interna de los párpados. A diferencia de las conjuntivitis agudas, sus síntomas suelen mantenerse en el tiempo y pueden variar en intensidad.
Dentro de las formas más frecuentes se encuentran la conjuntivitis crónica bacteriana, la alérgica y la autoinmune, como el penfigoide ocular cicatrizal.
Un diagnóstico adecuado y un manejo integral son fundamentales para evitar la progresión y las complicaciones.
Conjuntivitis crónica bacteriana
La conjuntivitis crónica bacteriana suele producirse por una contaminación constante de bacterias provenientes de las pestañas y de la piel periocular. En muchos casos, esto está relacionado con hábitos higiénicos inadecuados, alteraciones del borde palpebral (como blefaritis) y con factores vinculados al estilo de vida y la alimentación.
Los síntomas pueden incluir enrojecimiento persistente, secreciones leves, sensación de arenilla o molestias que no terminan de resolverse.
El tratamiento no se basa únicamente en colirios, sino también en mejorar la higiene palpebral, revisar hábitos cotidianos y abordar los factores que favorecen la inflamación crónica.
Conjuntivitis crónica alérgica
La conjuntivitis alérgica crónica se produce por una respuesta exagerada del sistema inmunológico frente a sustancias ambientales como polvo, ácaros, pólenes u otros alérgenos. Esta reacción genera inflamación persistente, picazón, enrojecimiento y lagrimeo.
Es importante comprender que las alergias no son necesariamente procesos eternos. Su aparición y persistencia están fuertemente influenciadas por el estrés, la calidad de vida y el estado general del organismo.
Además del tratamiento médico específico, un enfoque integrativo que contemple el contexto del paciente puede ayudar a controlar e incluso resolver este tipo de conjuntivitis.
Conjuntivitis crónica autoinmune: penfigoide ocular cicatrizal
El penfigoide ocular cicatrizal es una forma de conjuntivitis crónica autoinmune. En esta enfermedad, el sistema inmunológico reacciona contra estructuras propias del ojo, generando una inflamación progresiva de la conjuntiva.
Su evolución es muy variable: en algunos pacientes puede ser autolimitada, mientras que en otros, si no se trata adecuadamente, puede producir cicatrices, alteraciones de la superficie ocular y compromiso severo de la visión, incluso llegar a la ceguera.
Por este motivo, es fundamental un diagnóstico precoz y un manejo integral, que no solo apunte a controlar la inflamación ocular, sino también a frenar la progresión de la enfermedad y preservar la visión a largo plazo.
Un enfoque integral
Las distintas formas de conjuntivitis crónica comparten un punto en común: la inflamación sostenida de la superficie ocular.
Por eso, el tratamiento no debe centrarse únicamente en aliviar los síntomas, sino en comprender las causas, acompañar al paciente de forma integral y trabajar sobre los factores que favorecen la cronicidad.
Un abordaje adecuado permite mejorar los síntomas, prevenir complicaciones y cuidar la salud ocular en el tiempo.